Una multitud de jóvenes recordó ayer a Wilson
"En menos de un año nadie se acordará de mí". Pocas horas antes de morir, Wilson Ferreira le dijo esa frase a su esposa Susana, su hijo Juan Raúl y su secretario Diego Achar.
Veinte años después, se lo recuerda como el último caudillo blanco.
Con los ojos llenos de lágrimas, Juan Raúl se fundió en un abrazo con los jóvenes dirigentes blancos que organizaron una marcha, que partió desde Plaza Matriz y culminó frente a la explanada municipal, donde Wilson realizó el recordado discurso la noche del 30 de noviembre de 1984, pocas horas después de ser liberado. Más de 400 personas se congregaron para recordarlo. "Wilson no dijo con pena aquella frase (de que nadie lo recordaría), sino pensando que así tenía que ser y que la vida debía continuar. Fue la equivocación más grande de su vida", aseguró Juan Raúl después del acto. El grito de "¡Wilson, Wilson!" se escuchó fuerte en una marcha repleta de banderas nacionalistas, uruguayas y de varios sectores blancos. Entre bocinazos y bombas de estruendo, Juan Raúl destacaba la "magia" de Wilson: "Esa capacidad de comunicar que tenía, solamente con la mirada y con un apretón de manos". La mayoría de los jóvenes que lo rodeaban eran niños cuando Wilson murió.